"'Un
text que permet recuperar el castellà, la nostra segona i
fantàstica llengua", afirma Jordi Bosch que dóna vida al
comanador". [El Periódico - 16/04/05]
LES CARES DEL DRAMA [Què fem? – 22/04/05]
Un
comanador que cal témer: Oi que, a més d'un actor
fantàstic, Jordi Bosch us ha semblat sempre d'allò més simpàtic?
Doncs aquesta imatge es trencarà quan el vegeu fent
barrabassades sota la pell del detestat Fernán Gómez de Guzmán:
les seves accions no tenen perdó de Déu. Això sí, Simó i
Mayorga, que prefereixen treure una mica de ferro al tema, ens
recorden que, al capdavall, les pretensions sexuals del senyor
Comanador respecte a les seves governades devien ser a l'època
la cosa més normaleta del món. A què ve que la Laurencia, que el
porta pel camí de l'amargura del desig boig insatisfet, se li
resisteixi tant? Que no sap el que ha de fer, la noia?
Posem-nos seriosos: En tot cas,
la febre eròtica i les ambicions de poder que acaben sent la
perdició del personatge ens presenten un Bosch ben diferent de
l'angelical (en sentit literal) de Greus qüestions. El
domini magistral de la comèdia del nostre Cary Grant que ha
demostrat en tantes ocasions, des de muntatges del Lliure fins a
les recents Dissabte, diumenge i dilluns o Primera
plana (per no parlar de la televisiva Majoria absoluta)
deixa aquí lloc als seus registres més dramàtics i foscos.
ENTRE DOS CIUDADES [Rosa Regàs– 24/09/05]
He vuelto anoche del teatro con una sensación
de plenitud. Fui a ver en el Teatro Pavón de Madrid,
'Fuenteovejuna', de Lope de Vega, estrenado en Madrid por un
acuerdo artístico entre centros de producción del INAEM y el
Teatre Nacional de Catalunya. La producción era del TNC dentro
del ciclo de Teatro Clásico de la Compañía Nacional.
Aunque parece un poco complicado, no lo es, es simplemente un
acuerdo entre dos ciudades, dos instituciones, convencidas de
que hay que conocerse mejor unos a otros, para que las
comunidades no sean islas y para que nos dejemos de tópicos a
los que los politicastros son tan aficionados para hacernos
comulgar con sus propias ruedas de molino. Intentos de este
tipo, cultural o social, son a mi modo de ver mucho más
beneficiosos para el conjunto del país, que toda la serie de
diatribas que nos hablan de la destrucción de la nación y que a
gritos, descalificaciones e insultos nos vienen a decir que
cualquier entendimiento en igualdad de condiciones no es posible
y que de valer, sólo valen los nacionalismos centralistas.
La obra, bien conocida del público, se ha presentado con una
sutileza, con una finura, con una eficacia y elegancia tan
medidas y proporcionadas como para que la emoción surja y sea
ella la que desvelara todos los secretos que esconde un texto
clásico -magnífica versión de Juan Mayorga- que pocas veces, al
menos en lo que a mí respecta, ha sido tratado con tanta pasión
contenida, con tanto respeto y con tanta complicidad.
Una puesta en escena simple, en la que lo que contaba era el
texto, pero además y en el mismo nivel, el canto, el movimiento
por el simple y límpido escenario, el color, los ruidos, los
vestuarios en tonos pardos, conjugándose los unos con los otros
con tal maestría que surgían la palabra y el verso con el fragor
y la carga de lo primordial. El público extasiado no tosía, no
hablaba, no se distraía, pendiente de las nuevas emociones que
nunca habría imaginado en una obra tan conocida, y suavemente se
dejaba llevar por el embrujo de una recreación que no merece
sino infinitos aplausos.
La conjunción y armonía del director, Ramón Simó, con la
escenografía, el atuendo, los actores, la dirección musical y la
iluminación, fue tan perfecta que en ningún momento asomó el
inmenso esfuerzo que supone, porque la naturalidad envolvió en
todo momento el más mínimo detalle, incluso el tono y la
cadencia de la dicción.
La concordia existe y tiene infinitos caminos, sólo hace falta
voluntad, cultura y educación.