"CUANDO LA HISTORIA SE REPITE DEMASIADO... Nissaga,
l'herència se despidió hasta mediados de septiembre. Se
toman vacaciones Mateu, el joven asesino en serie digno de una
película de Tarantino, y Eulàlia y Roger después de consumar el
incesto. El último capítulo de la temporada respondió en buena
medida a las previsiones y vino a demostrar que Josep M. Benet i
Jornet ha apostado por la vía irónica del complaciente
autoplagio. La historia se repite, y cómo, en el incesto
expresado, eso sí, en imágenes más bien elípticas en horario de
'prime time'. Por si fuera poco, Benet hizo honor a su condición
de incorregible pirómano en una de las últimas escenas: después
de disparar y matar a Raimon, en efecto, Mateu lo mete en el
coche y le prende fuego, lo que provoca uno de esos incendios
sin los cuales no hay folletón de TV3 que valga.
No parece haber suscitado esta segunda etapa de
Nissaga el mismo entusiasmo que la premisa y es lógico,
ya que a estas alturas resulta difícil sorprender al personal
con incestos, asesinatos múltiples o escenas ambientadas en
bares gays, y ya no digamos con las idas y venidas dels
sainetero notario, quien por desgracia parece dispuesto a
abandonar a su familia y también a la audiencia. Han
desaparecido asimismo las pinceladas costumbristas del bar y
todo cuanto ocurre en el serial es tremendo, por no decir
absolutamente tremendista.
A esas alturas nadie duda de la profesionalidad
y la eficacia de los equipos de producción de TV3 y de un buen
núcleo de actores. Sin embargo, no deja de ser una lástima que
ese esfuerzo se vea limitado a la puesta en escena de seriales,
un género inevitablemente menor donde los personajes son meros
arquetipos en manos de los guionistas y el teléfono (móvil,
portátil o de cualquier clase) sirve sistemáticamente para
resolver por la vía rápida las situaciones dramáticas. De una u
otra forma Nissaga, l'herència no se ha desprendido
todavía, y no sabemos si lo conseguirá, de su aire de segunda
parte apresurada para explotar un éxito que ya empieza a ser
historia." [J.M. Baget Herms: La Vanguardia, 30/07/99]