Arturo se escapa de Spamalot

 

Su notable parecido con Jordi Bosch le permitió disfrutar de unas horas de anonimato a pesar de su atuendo  

JOSEP SANDOVAL - Barcelona  - 14/03/2009

 

"Toma, tío, pa´que te modernices", le espetó un moderno con pantalón de cintura baja y gorra con la visera en el cogote al mismísimo rey Arturo cuando paseaba por el Portal de l´Àngel con su malla de batalla (de lino, eso sí) y su faldón abierto a los cuatro vientos. La corona le delataba lo suyo, aunque su espada no resultaba amenazante para los transeúntes que parecían saber de él de toda la vida. Por causas que se desconocen, el monarca se escapó del escenario del teatro Victoria, donde de un modo docente y musical cuenta a una complaciente grey las aventuras musicales de su reino, Spamalot, un espacio imaginario que sabe a e-mails piratas (spam), a chope (también spam), todo en grandes cantidades (a lot). Tiene una mesa cuadrada, descerebrados caballeros - cada cual con su historieta particular - y un lago con dama - un calco de la maravillosa Marta Ribera -, que al final será quien se lleve al rey a su campo, léase lecho. Ella es la guía que le ayuda y conduce en su particular búsqueda de su grial, ese secreto inanimado que lleva a la felicidad.


Una noche, al acabar de contar su historia, Arturo tomó la puerta de la calle y se marchó en busca de esa otra felicidad que es el descubrimiento del futuro, que, seducciones aparte, no acabó de convencerle, con lo que su retorno a la historia le ha devuelto la felicidad que destila a diario sobre la escena.

En su visita a los tiempos de hoy, Arturo pidió prestado el cuerpo al actor Jordi Bosch, con quien guarda un más que notable parecido. Y es que en el fondo coinciden en mil y un detalles. A ambos les gusta la buena mesa aunque el rey no vea con buenos ojos eso de agarrar el carrito y hacer la compra en el súper, como hace Bosch en el cercano a su casa, en los alrededores de la ciudad de Barcelona. También tienen un amor, Arturo se lleva a Ginebra (el otrosí de la dama del lago), y Bosch ya tiene a su reina en casa, la genial actriz Emma Vilarasau.

Mientras los trofeos de mil batallas los tiene el señor de Spamalot en polvorientos estantes, el actor acumula los suyos (y los de su esposa) en pulidas estanterías. La lista de las victorias del rey es larguísima, pero no tanto como los trabajos del actor, que ha participado en 60 montajes teatrales, 20 series de televisión, con docenas de capítulos, y 13 películas. Y si en Spamalot Arturo canta y baila, Bosch practicó la canción en La flauta màgica y en Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta, del Lliure, mientras que lo de la danza le queda un poco más extraño. Aun así puede vencer si se pusieran ambos a competir en bailes de salón.

La música y un cierto aire elegante, muy a lo Gary Grant, es otro punto de fusión, aunque el rey lo derrocha en jocosas francachelas y Bosch es feliz en casa con los suyos, en almuerzos familiares, en los que cocina (algo impensable en Arturo), y su éxtasis le llega con la música clásica, ópera de preferencia, que escucha mientras conduce.

Arturo se extrañó frente a la electrónica en general, pero le sorprendió la indiferencia de esa batalla diaria que nos lleva a ninguna parte, aunque para muchos eso sea ya una victoria.

Tras conocer el futuro, el monarca eligió regresar a su mundo de caballeros, danzas y francachelas.      


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